YORO PARK Y EL DESTINO REVERSIBLE.

Dentro del paisajismo moderno, la modalidad de parques temáticos ofrece un espectro variado para la experimentación. Son reconocidos, por ejemplo el Parque Güell de Gaudí en Barcelona, el Millenium Park de Frank Gehry en Chicago y La Villette en París, por el arquitecto Bernard Tsumi, entre otros. En ellos, los autores, valiéndose de distintos recursos, buscan del paseante no sólo la expectación y relajamiento que ofrece un parque común, sino una interacción mas nutrida entre la persona y el espacio que la acoge.

Conducir al visitante a un nuevo destino, experimentando ansiedad, misterio, sorpresa, opresión o confusión es el propósito de Shusaku Arakawa y Madeline Gins, co-autores del denominado Parque Yoro: Sitio del Destino Reversible. Para ello, el artista japonés y la poeta norteamericana, juegan con el terreno en un área de 18000 m2, haciéndolo protagonista del montaje escénico. El terreno conversa con el cuerpo del paseante, juguetea con él, lo constriñe y lo libera, lo amenaza y lo acoge.


Al ingresar al parque el visitante es recibido por la Oficina del Destino Reversible, concebida como una estructura de paredes laberínticas sin un centro generatriz.

En la multicolor coreografía de muros entrecortados, es el terreno el que se impone al plano. Es más, el techo mismo se desprende del terreno como una segunda piel. A lo largo de la estructura, el techo y el piso interactúan en pareja. De hecho, algunos muros se han desprendido y adosado a la cobertura, como un reflejo tridimensional y que invita a la levitación.

La luz desciende dramáticamente en puntos estratégicos, descubriendo las numerosas puertas que posee la oficina, y por las que el visitante puede salir y reingresar redescubriendo la interacción con el parque que la rodea. La oficina culmina en una terraza con vista hacia el parque.



Vecina a la oficina, se halla la Casa de Resemblanza Crítica. En una idea similar, pero aún más dramática, los ambientes de esta vivienda interactúan entre sí y el mobiliario, engarzándose en un juego caótico de formas contorsionadas.


El visitante es invitado a gritar su nombre, multiplicándose en el eco de innumerables reverberaciones. Mobiliario atravesado por paredes, o muros convertidos en muebles, que a su vez flotan despreocupándose de la gravedad.

La plaza principal contiene principalmente un área ovalada en la que destacan sendos cráteres y colinas (que dan la idea de haber sido socavados con una cuchara). Algunos promontorios sugieren el absurdo y se ladean permitiendo al visitante, sobre todo a los niños el experimentar la vivencia de conocer una montaña por debajo.


Una estrecha senda atraviesa las colinas y conduce a la atalaya mas elevada desde donde se domina el conjunto. Pero al ser este pasillo para el ancho de una persona, el paseante se encuentra a menudo con personas que vienen en otro sentido. Akarawa y Gins buscan de esta manera el promover el contacto corporal entre las personas, a menudo ensimismadas en su propia experiencia (después de experimenar el contacto con una docena de japoneses, uno termina hastiado!!)


El terreno, como siempre se inclina y hasta los estares le acompañan ladeándose y provocando por sensaciones que van del vértigo a la aventura.

De más está decir que son los niños quienes mas vivencian las infinitas alternativas que éste parque ofrece, retorciéndose entre sus complicados laberintos, experimentando amplitudes y estrecheces o explorando hasta sus más truculentos recovecos. Tal vez no reviertan su destino, pero de que lo disfrutan, lo disfrutan.

Este paisajismo abstracto busca transformar al visitante en participante, al espectador en actor, al contemplativo en activo. Como el arte moderno, se vale de recursos estridentes y dinámicos. El comentario final corresponde a cada quien y su rico y variado cariz (desde los que lo consideran alucinante hasta quienes lo ven como un disparate) logra un cometido indiscutible: no pasará desapercibido.

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