En un Mundo de Colores por Alejandra Sutil

Vuelvo a compartir la serie novelada de la vida de Alejandra Sutil

21/10/09

Eran las siete de la mañana: Cuando suena el teléfono a tan temprana hora es inevitable el sobresalto, pero ese día, un especial sentimiento de miedo golpeó con fuerza mi corazón. Sin apenas fuerza en mi voz, dije ¿diga? La voz de mi amiga me pareció llagada a través de un largo túnel – David ha muerto -Un rayo que hubiese caído a mis pies no me habría causado mayor impacto, no pude ni preguntar qué había pasado, apenas pude decir, voy para allá. Mis pies se negaban a obedecerme, por unos segundos me quedé inmóvil.

David era el mayor de los tres hijos de Pilar, era toxicómano y llevaba dos años en rehabilitación, dos años luchando, ayudado por los Psicólogos del Centro Spot y con el incondicional soporte de su madre.

Pero… David (como tantos toxicómanos) tenía causas pendientes de juicio, faltas leves, pequeños robos en supermercados, tirones de bolsos etc. Pero al ser reincidente todo resultaba más grave, aunque pensábamos que al estar en rehabilitación las cosas no llegarían a mayores, nos equivocamos. Una justicia mal aplicada decidió que David debía ingresar en prisión, de nada sirvieron los informes de psicólogos y sociales que presentó.

El día anterior al juicio, el chico le había dicho a su madre- mamá yo no entro a la cárcel, sé lo que es, se que volveré a caer, y no quiero volver allí por nada del mundo- No volvió porque, el mismo día del juicio, y tras saber la sentencia, David, después de dos años, cogió su ultima jeringa y en los lavabos de un bar se inyectó la muerte.

Para quien no conoce el tema, la aplicación de la sentencia sería la correcta, pero para los que luchamos codo con codo con estos chicos, los que sabemos que David había ganado la mayor de las batallas, salir de la heroína, la condena se aplicaba fuera de lugar. Afortunadamente poco después este tema se solucionó con el arresto domiciliario en pisos de acogida con seguimiento de personal cualificado, a David no le llegó a tiempo.

Yo adoraba a este chico, era una persona encantadora, cariñoso, alegre, buena gente, su único mal había sido caer en el abismo de la droga, y cuando tenía la batalla ganada, la injusticia pisó sus manos cuando se agarraba con fuerza en su escarpada.

Aún yo recibiría otro impacto, este, de una enorme ayuda espiritual para mí.

Fue en su entierro, su madre pertenecía a una comunidad cristiana católica (Ultreya) David, en los dos años que llevaba en rehabilitación había hecho Cursillos de Cristiandad, con su carácter se había ganado a todos los componentes de aquella comunidad, todos lo querían, era amigo de todos y todos fueron a su entierro, nunca he asistido a un entierro tan multitudinario, aquél, además fue especial, los jóvenes le hablaban con desenfado, le recordaban sus reuniones de grupo, sus salidas, sus fiestas, era como un, suma y sigue en sus vida, como un hasta luego, hasta ahora mismo. Las flores apenas nos dejaban espacio libre, en el momento de introducir el féretro en el nicho todos cogidos por los hombros haciendo un inmenso semicírculo, cantábamos la canción ¡De Colores! Mientras nos balanceábamos siguiendo el compás, todos alegres, todos contentos, los que no conocíamos ni entendíamos nada de lo que estaba pasando allí nos contagiábamos, y cada uno iba diciendo frases desde el corazón, yo miraba a mi amiga y también ella cantaba, también ella con los ojos brillantes de emoción le decía a su hijo- David no te esperabas esto ¿eh? Dales un beso a los abuelitos-

Yo podía entender que sus amigos, los jóvenes, se pudiesen despedir de una manera tan desenfadada, pero la euforia de acompañar y dar abrigo todos juntos en su último viaje a David era desmedida… ¿y su madre? Cómo una madre en el entierro de su hijo era posible que pudiese cantar, pudiese beber de aquella manera tan amargo trago? Pensé. Aquí hay algo que yo no entiendo, conozco a Pilar y sé cuanto quería a su hijo, cuanto había luchado por él ¿Cómo podía aceptar aquello? Se me puso un nudo en la garganta que no me dejaba respirar, pero tampoco yo, sin entender nada, lloraba en ese momento por un chico al que quería tanto, yo me había pasado la noche llorando ¿porqué ahora cantaba con ellos? Mis ojos debieron delatar mis pensamientos porque Pilar me apretó la mano y me dijo- no estés triste, que David no quiere eso, él ahora es (metafóricamente) el cordero que se inmola para que nosotros seamos mejores-.

Quise saber como se vive la Fe desde otro prisma, desde la Ultreya, y pude comprobar que la aceptación del dolor es infinita si todo se ofrece en favor de esa misma Fe.

Hice Cursillos de Cristiandad, yo saqué otra forma de entender la vida, no llegué a vivir la Fe como ellos, pero me afianzó como persona, me sirvió para hacer mi apostolado desde mi propio camino, el que por circunstancias diversas elegí.

Hoy desde mi lugar de trabajo, que me permite cuidar y querer a unas personas necesitadas de amor, de todo el amor del mundo, los disminuidos psíquicos de la Fundación Privada Proa, continúo tratando de no olvidar mi condición de persona entregada a una buena causa, haciendo camino, dejando en él, aunque sea la débil luz de un candil.

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