Alejandra Sutil (2)

mujer

Continuo mi correspondencia con Alejandra y ella generosamente me manda sus experiencias que me resultan de mucha utilidad. Su grado profundo de entender las relaciones con personas marginadas, a modo de guía, manual de utilidad de su propia experiencia novelada.

Un Cielo Gris – Un Cielo Azul
Por Alejandra Sutil
… El se marchó de la ciudad, su mirada estaba en otro lugar, yo sabía que seria así, nuestra relación no podía tener futuro, su vida, sus inquietudes, su corazón, no me pertenecían. Los dos lo sabíamos, una parte de mi vida se iba con él Tenía que dar luz y color a mi vida, comenzar de cero, poblar mi existencia con otras almas, otras caras, otros colores… Reparé en la mirada perdida de alguien que, como yo, necesitaba ayuda, ayuda diferente, pero necesitaba mucha ayuda, mucha atención y mucho amor, no sufría solo su corazón, estaba enferma su mente, su cuerpo.
De repente, su mirada se centró en mi persona, capté su intención, la mirada que dirigió a mi reloj de oro lo descubrió, traté de encoger mi brazo y esconderlo bajo la manga de mi chaqueta, él, al mismo tiempo, notó mi temor, su mirada adquirió un profundo dolor, una dantesca desesperación afloró a su rostro, me hice fuerte ¿No tenía él más, mucho más, que perder que yo? Le sonreí, apenas una mueca de sonrisa. Le abordé sin tener la seguridad de salir ilesa.
-Te entiendo, entiendo por lo que pasas, si quieres te puedo acompañar a algún lugar donde puedan ayudarte, no a destruirte, sino a devolverte a la vida, a una vida con calidad, a quitarte la angustia que esta reflejada en tus ojos. Se derrumbó, sentí que el destino alumbraba el sendero por donde debía comenzar a caminar, y caminar en dirección donde había gente que, como este chico, estaban al borde del precipicio, tambaleándose ante el abismo.
– Tú no puedes entenderme, tú no puedes saber lo que es esto, tú no puedes saber lo que siento cada vez que tiro de un bolso, yo no soy un ladrón, es el monstruo que llevo dentro. -A ese monstruo podemos vencerle antes de que él te venza a ti y te destruya.
Me miró con incredulidad, de nuevo su mirada se fue a mi muñeca, donde el reloj apenas se escondía bajo la manga. Desabroché la cadena y cogí el reloj, lo puse sobre la palma de mi mano y le dije
– Mira a lo mejor este reloj nos saca de apuros. Vamos a tomarnos un café y hablamos. Metí el reloj en mi bolso, era un insinuante, un reclamo, debía esconderlo estaba siendo una tentación. Descubrí que, ante estos chicos, hemos de evitar este tipo de cosas, ellos luchan por conseguir un dinero para alimentar la fiera, esa fiera que está dentellando su cuerpo hasta darles muerte, si se lo ponemos fácil, van a robar con toda seguridad.
Estábamos en Plaza Cataluña, caminamos hacia La Rambla y entramos en la cafetería Zurit. Me explicó que se había marchado de su casa porque temía que la policía le fuese a buscar, tenía “asuntillos” pendientes. Yo le dije que, si íbamos a la asistenta social, podría darnos alguna solución, buscar un abogado, o alguna otra cosa, por último le sugerí ir al Spot, un centro de la Generalidad de Cataluña para toxicómanos en rehabilitación (esa era mi intención desde un principio, pero sabía que si se lo decía de entrada se negaría) le dije que yo le acompañaría. Se negó rotundamente, las manos le temblaban y le noté unos ligeros espasmos que me advirtieron que tenía que actuar de otra forma, más deprisa. El monstruo nos estaba ganando terreno. Le propuse una idea.
– Te acompaño al Spot, allí te proporcionan un abogado, y después te doy dinero para tu dosis (jamás daría dinero para droga, jamás colaboraré en esa destrucción, pero sabía que allí le darían Metadona y tenía que hacer que aceptase ir, después los psicólogos harían el resto, le ayudarían mejor que yo) aceptó, yo conocía este centro por una amiga que tenía un hijo toxicómano, y nos dirigimos andando hacía la plaza de San Jaime.
Lo dejé a buen recaudo, supe desde un principio que podía ser un chico recuperable porque había tristeza y nobleza en su mirada, pero también sabía que cada día de su vida, tendría que luchar contra la droga. Decidí que yo ayudaría siempre en esa difícil y terrible lucha (Más tarde entré como voluntaria en este centro, junto con mi amiga).

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