Adiós a la culpa de Gerald G. Jampolsky

adios

Llega a mis manos este libro a través de la biblioteca publica. Creo que el mayor desafío con que nos enfrentamos en nuestras vidas es el de sanar nuestras relaciones personales.
El objetivo de este libro es mostrar cómo se pueden sanar las relaciones mediante el perdón, diciendo “adiós a la culpa” y desprendiéndonos del miedo y de los reproches que nos separan y aíslan.
De un modo muy sencillo podemos definir la culpa como el sentimiento de autocondena que experimentamos cuando hacemos algo que pensamos que está mal. Y el miedo puede ser definido como los sentimientos de ansiedad o agitación que tenemos cuando percibimos un peligro del tipo que sea. En el contexto de este libro culpa y miedo están íntimamente relacionados y suelen ser sinónimos. El perdón supone el abandono del pasado. A menos que perdonemos a los demás por lo que pensamos que nos han hecho, no podremos perdonarnos a nosotros mismos y experimentar
la paz de nuestro espíritu.

Durante casi toda mi vida –aunque no lo reconociera
plenamente– había tenido una buena cantidad
de expectaciones que deseaba que fueran satisfechas
por las personas con las que me relacionaba. Deseaba
que se ajustaran a un modelo exclusivamente de mi
invención. En cierto modo, estaba afirmando que el
mundo sería un lugar maravilloso si todos hicieran las

cosas a mi manera. Si hacían las cosas como yo entendía,
eran mis amigos; si no superaban el listón de mis
expectativas, no quería bajo ningún concepto que formaran
parte de mi entorno.
En el modo en que yo miraba las cosas, siempre era
la otra persona la que tenía que cambiar si había que
mejorar o sanar nuestra relación, nunca yo. En verdad
me resultó bastante sorprendente saber que sólo era
mi espíritu el que necesitaba la sanación, y que para
sanar una relación todo lo que tenía que hacer era liberarme
de la culpa y de los miedos del pasado mediante
el perdón.
A medida que empecé a mirar las relaciones enfermizas
y no sanadas que había en mi vida y que comencé
a investigar por qué no habían funcionado, me
vino a la mente el término “buscador”. Creo que muchos
de nosotros podemos ser descritos como buscadores.
Ahora, al final de mi quinta década, al mirar hacia
atrás observo que mi vida ha sido de intensa búsqueda
sin que supiera a ciencia cierta qué estaba buscando. A
veces buscaba cosas materiales como salud, autoestima,
dinero, posesiones materiales, prestigio, estatus
social, reconocimiento profesional, seguridad para el
futuro o amigos a los que amar o en los que confiar. A
pesar del éxito alcanzado en casi todos estos aspectos,
nunca llegué a experimentar la felicidad que esperaba
que me dieran.
Nunca se me ocurrió que mi meta estuviera equivocada
y que con esa búsqueda de la felicidad fuera de
mí estaba buscando en el lugar incorrecto. No tenía la
menor conciencia de estar sufriendo un estado autoimpuesto
de carencia espiritual, de que estaba sufriendo
y me estaba muriendo de hambre y sed espirituales.
(Ahora reconozco que esa condición de carencia espiritual
no era un patrimonio exclusivo mío y que todos

buscamos algo constante y duradero que sólo puede
encontrarse en nuestro interior.) No me daba cuenta
de que el amor, la alegría y la paz de espíritu que buscaba
fuera de mí mismo, estaban en abundancia en mi
interior. Mi conciencia no podía percibirlos porque estaba
bloqueada por el miedo que era una creación exclusivamente
mía. Nunca se me ocurrió pensar que tuviera
miedo al amor. Es más, me había llegado a convencer
de que era indigno de amar, de ser amado y que
estaba destinado a estar solo y separado.
Comencé a cambiar mi forma de ver el mundo en
1975. Hasta entonces me consideraba ateo militante, y
lo último que podía interesarme era estar en un camino
espiritual que llevara hacia Dios. Ese año me encontré
con un conjunto de tres libros, un curso de autoenseñanza
en la transformación espiritual titulado Un
curso de milagros.
Mi resistencia ante el mismo fue inmediata. No me
gustaba el título y tanto el tamaño como el peso de los
libros (casi 2 kilos) me resultaba desalentador y amenazador.
Sin embargo, tras leer la primera página tuve
una experiencia repentina y emocionante. Tuve un recuerdo
instantáneo de Dios, un sentimiento de unidad
con todo lo que había en el mundo, y la creencia de que
mi misión en la tierra era servir a Dios.
Sin embargo, como consecuencia de mi formación
judía, a medida que iba avanzando en el curso fui desarrollando
una mayor resistencia contra su terminología
cristiana. Como había sido ateo casi toda mi vida,
la palabra “Dios” me provocaba ciertos problemas. Me
protegí ante el miedo y la ansiedad que causaba la
terminología espiritual traduciéndolo mentalmente por
“estado superior de conciencia”.
La experiencia de empezar a decir adiós a la culpa
y al miedo, aplicando los principios de Un curso de mi

lagros de forma práctica en todos los aspectos de mi
vida, ha resultado emocionante.
Aunque hablaremos más ampliamente sobre el curso
en el Capítulo 1, quiero mencionar aquí sus conceptos
fundamentales. Uno de sus axiomas básicos es
que podemos experimentar sólo dos emociones: el
amor, que es nuestro derecho de herencia natural, y el
miedo o la culpa, que son un invento de nuestra mente.
(En el curso, al igual que en el presente libro, “miedo”
y “culpa” son considerados como dos hermanos gemelos
negativos que se nutren el uno del otro. Aunque se
empleen ambas palabras en el libro, la relación entre
ambos conceptos es simbiótica: no pueden existir por
separado. La culpa refuerza el miedo al igual que el
miedo refuerza la culpa en un ciclo aparentemente interminable.)
El objetivo del curso, al igual que de este
libro, es ayudarnos a decidir qué emoción deseamos
experimentar. En lugar de percibir a las personas como
si estuvieran atacándonos, se nos anima a experimentar
el amor eligiendo ver a los demás como personas
amorosas o que están pidiendo amor a gritos.
A medida que continúo mi viaje espiritual, me va
siendo más evidente que hay muchos caminos hacia
Dios, y que Un curso de milagros no es más que el instrumento
de crecimiento espiritual que he elegido para
mí. Aunque se apoya en la idea de que el amor y el
perdón son universales, resulta obvio que el curso no
es –ni sería adecuado– para todo el mundo.
Los tres conceptos claves de este libro, y del curso
en que se apoya, son que nuestras relaciones pueden
ser sanadas:
1. Cuando nos liberamos de la culpa y del miedo
mediante el perdón.
2. Cuando nuestra única meta es la paz de espíritu.
3. Cuando aprendemos a escuchar a nuestra voz
interna como guía para nuestra orientación y en
nuestra toma de decisiones.
Desde que comencé a recorrer mi camino espiritual en
1975, me piden con frecuencia que me compare con la
persona que era en aquel entonces. No me resulta sencillo
hacerlo sin reforzar las distorsiones de mi ego. Diría,
sin embargo, que aunque de vez en cuando me irrito,
me deprimo o tengo sentimientos de inutilidad o
desesperanza, no me engancho en esos sentimientos
durante los interminables períodos de tiempo que solía.
Creo que ahora soy capaz de responsabilizarme con
mayor frecuencia de lo que veo y experimento, y ya no
veo el menor interés en el sufrimiento y en el dolor.
Mi mayor obstáculo –y sospecho que no es únicamente
mi caso, sino el de muchas otras personas cuando
han empezado a estar más vivos espiritualmente–
es que tengo un ego, un yo basado en mi personalidad
que desea controlar, predecir y encargarse de todo. Este
ego no quiere entregarse y contempla a la paz de
Dios como su enemigo y el conflicto como su aliado.
También he descubierto que estoy contento simplemente
siendo, sin tener que interpretar mi comportamiento
o el de los demás. Cada vez más mi objetivo
consiste en unirme con todos los que encuentro. Cada
vez más veo la importancia que tiene estar en paz,
abandonar todas mis necesidades a la voz del amor en
mi interior y experimentar la paz y el amor de Dios.
Estoy cada vez más dispuesto a elegir la paz en lugar
del conflicto. Cuando olvido estos principios y me
salgo de mi camino, me resulta útil recordar que mi
propio ego podría compararse a un programa de televisión
que consistiera en pasar una y otra vez viejas películas.
Ya las hemos visto, sabemos cómo empiezan y
cómo terminan, pero nuestro ego intenta crear la ilusión
de que fueran totalmente nuevas.
Estas películas suelen hablar de nuestras necesidades
insatisfechas del pasado y de nuestros deseos
fantasiosos hacia el futuro. Nos mantienen tan preocupados
por el pasado y por el futuro que no somos
capaces de despertar de nuestro estado de ensoñación
y experimentar la alegría que se puede descubrir en el
momento actual.
El guión de la película ha sido escrito, dirigido,
producido y protagonizado por nuestro ego, que luego
se disocia de todos esos papeles. Las escenas de agresión,
asesinato y violencia de todo tipo aparecen en la
pantalla, pero nuestro ego quiere que creamos que sólo
somos meros observadores pasivos de la misma y que
no nos demos cuenta de que somos sus autores.
La sanación de las relaciones intenta aprender el
modo de detener todo ese horrible espectáculo que tiene
lugar en nuestras mentes y que parece tan real. En
este libro intento compartir con usted lo que he aprendido
a lo largo de mi sendero espiritual y de las personas
con las que me he encontrado y que han llegado a
ser mis maestros.
La Primera Parte trata de los principios espirituales
básicos que podemos emplear para descubrir otra
manera diferente de mirar al mundo. La Segunda Parte
se refiere al modo en que podemos aplicar esas lecciones.
Comento esos principios espirituales tan simplemente
como puedo, y luego comparto uno o más
ejemplos sobre su aplicación práctica.
Recordemos una vez más que las relaciones se sanan
cuando dejamos que el perdón borre nuestra culpa,
sentimientos de temor y pensamientos de separación.
A medida que viajemos juntos a lo largo de este
libro y de la vida, seamos todos testigos en este aprender

a decir “adiós a la culpa”, a despertar a la presencia
del amor de Dios y a nuestro estado natural de felicidad…
y a reconocer que todos somos regalos de amor,
para nosotros mismos y para los demás.

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El doctor Gerald G. Jampolsky es psiquiatra. En 1975 fundó en California el primer Centro para la Sanación de la Actitud. En la actualidad son más de 150 centros independientes en más de 30 países.

En 2005 la Asociación Médica Americana le concedió el Premio de Excelencia Médica. Este título reconoce su contribución por haber dedicado su tiempo y sus esfuerzos a realizar trabajos de voluntariado en favor de los más necesitados.

Diane V. Cirincione es psicoterapeuta especializada en psicología clínica. Ha dado conferencias por todo el mundo sobre la Sanación de la Actitud. Es autora de Sonidos del sol de la mañana.

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